La exposición Ilusiones de Julissa Santamaría Cubero reúne un grupo de bordados, los cuales –según la artista– son “cuarenta recuerdos relacionados directamente con mi trayectoria como estudiante de la Universidad de Costa Rica”. La muestra consta de una suerte de archivo táctil, donde mediante el bordado plasmó las memorias su vida universitaria. Cada obra está “compuesta por una abstracción de un recuerdo en hilo negro, las personas vinculadas en rojo y las condiciones del día como la luz del sol, la sombra, el viento y la oscuridad en tonos no muy distintos de blanco y gris muestran en conjunto un proceso de (auto)conocimiento”, explicó Santamaría.

Cada pieza funciona como una captura simbólica de las vidas vividas, de los recuerdos creados día a día entre las paredes y espacios que conforman la Universidad. Ese vínculo afectivo con la U es el eje emocional que articula esta muestra y nos vincula no solo con las obras, sino con las demás personas que aprecian cada bordado. Ahora bien, estos momentos no están suspendido o fijos en el tiempo, sino que para la artista “los recuerdos, gracias a su transformación, permanecen”. El ritmo de la aguja que trenza los hilos remite a esa idea de transformación atesorada por la artista. Cuando miramos cada pieza trabajada a mano, podemos seguir el movimiento del hilo: cómo este se entrelaza con la tela, ese soporte opaco.

Para Santamaría, “estos bordados son momentos proyectados unidireccionalmente que cambian cada vez que se visitan”. La mirada y desde dónde se miran son esenciales, por lo que es necesario observar más allá de la cara frontal de estos bordados, hay que ver también su reverso.

Por detrás de la imagen bordada, podremos encontrar una maraña de amarres, hilos sobrepuestos, líneas sin sentido, que en todo su desorden dan vida a la cara frontal de estas piezas. En definitiva, la reflexión es estimulante: el sinsentido de los recuerdos va de la mano con su significado final, con su peso emocional en nuestra experiencia vital, en nuestra memoria. La vida se gesta en ese delicado balance entre el sentido y el sinsentido, entre el orden y el caos, tan palpables en el bordado.

La artista ha manifestado que con esta exposición revisita un “archivo personal (que) permite sistematizar la experiencia de seis años universitarios y seguir comprendiendo cómo mi exposición (acción de exponerse) está hilada a la de muchas otras personas, permeada por entornos, coincidencias”. De manera que el bordado como lenguaje simbólico se presta para evidenciar experiencias profundamente humanas, creadas en el seno de la Universidad: La vivencia de la soledad podría estar plasmada en los pequeños y delgados hilos en el soporte; o los entrecruces de nuestras vidas, representados por las líneas y los colores contrapuestos y trenzados entre sí; los alejamientos y la grandeza de estas experiencias quedarían, entonces, patentes en los espacios vacíos de cada obra.

Sofía Vindas Solano

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